VIENE DE LA 1ª PARTE

La tripulación del helicóptero estaba compuesta por el  comandante Saavedra y el capitán   Garcia Ruiz . Ésta es su versión de los hechos y como lo vivieron.

Helicóptero blanco y negro de un avión

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En los comienzo de los años setenta, el estadio de Vallehermoso, inaugurado en la década anterior, era un complejo deportivo emblemático en España, donde se habían celebrado unos pocos años antes los  Juegos Iberoamericanos, así como el Campeonato de España absoluto y otros importantes eventos deportivos. Ahora le tocaba el turno a una competición inter-academias militares (Academia General Militar, Escuela Naval Militar y Academia General del Aire) a la que había que darle esplendor. Para ello se decidió que para inaugurar la competición, tres paracaidistas del Ejército del Aire saltaran desde un helicóptero para caer en el estadio portando la bandera de España.

Hoy día, con los paracaídas actuales, un salto de estas características no entraña la menor dificultad y la elección para realizarlo se haría por tuno entre los arrestados; pero en aquellos años, con los paracaídas redondos que se utilizaban, era toda una hazaña que sólo debería asignarse a personal muy cualificado y con un resultado difícil de predecir. Así que se eligieron a tres expertos paracaidistas de la EMP Mendez Parada que se presentaron en el 803 Escuadrón del SAR para lanzarse desde un helicóptero Agusta Bell 205, con la pretensión de caer en el estadio de Vallehermoso, portando uno de ellos nuestra bandera. La alegría, confianza y buen humor de aquellos militares contractaba con la incredulidad y recelo de la tripulación del helicóptero formada por dos pilotos mecánico y buscador.

Tras las presentaciones y saludos despegó el helicóptero, sobre las 12 de la mañana, desde la Base Aérea de Getafe para realizar la misión. El mecánico, sujeto con el cincho de la grúa era el encargado de abrir las puestas del helicóptero por donde saltarían los paracaidistas y velar por su seguridad hasta el momento del salto. Primero se daría una pasada a 500 metros de altura sobre el suelo, se lanzaría un testigo para determinar la deriva y el punto sobre en el que deberían saltar, para después en otra pasada a 1.500 metros de altura saltar en el lugar calculado.

Al principio hubo un momento de incertidumbre, ya que compañeros de Alcantarilla que controlaban el salto desde estadio Vallehermoso, comunicaron que el viento estaba en el límite, con rachas que lo superaban. Eso se intuía desde el helicóptero al ver el humo de un bote que habían abierto en el centro del estadio, pero había que decidir de forma rápida y el jefe del equipo de paracaidistas decidió que se saltaba. Así que el helicóptero inició el ascenso a 1.500 metros.

A esta altura, para los pilotos era difícil distinguir el estadio, era muy pequeño, casi no se veía, estábamos casi seguros de que allí no caería ninguno; por el contrario, a los “paracas” se los veía muy confiados y exultantes de alegría. En estas circunstancias se inició la pasada en sentido contrario al viento, siguiendo las señales del bote de humo abierto en el estadio. Al alcanzar el punto determinado se lanzaron, difícil de entender para la tripulación la normalidad con que lo hacían, el mecánico contaba que una vez en el aire tenían humor para decirle hasta luego con la mano y además sonriendo, la tripulación no sabía se sería hasta luego o un adiós.

Una vez que saltaron, el helicóptero puso rumbo a la BA de Getafe, después de mil metros de caída libre pudieron verse tres paracaídas blancos abiertos sobre el cielo de Madrid, del resultado de la misión la tripulación se enteró por radio. Uno de los paracaidistas viendo la imposibilidad de llegar al estadio decidió aterrizar en el Canal de Isabel II. Otro pasó rozando unos edificios y no pudo llegar a su destino al quedarse enganchado en unas antenas de la azotea. El tercero aterrizó en el mismo centro del campo, saludo militarmente a la presidencia y sacó la bandera que una vez izada debería presidir los campeonatos deportivos inter-academias militares. Un éxito más de nuestros paracaidistas.

A MODO DE RESUMEN: El día era bueno, la visibilidad buena, hacía bastante viento y el testigo se fue lejos.

Finalmente, Fernandez que era el previsto para dirigir la pasada y saltar se puso enfermo (un ataque de apendicitis) y saltó Recio en su lugar. Navarro que fue el primero en saltar, y que era el que llevaba la Bandera, se aseguró la entrada al Estadio pues sin la bandera de los Juegos no había nada que hacer y tenía que entregársela al Príncipe. Ese aseguramiento propició que los otros saltadores Recio y Contreras las pasaran canutas para llegar al Estadio.

Navarro entró, Recio cayó en las proximidades de la puerta y Contreras , al intentar entrar por lo alto de un edificio el paracaídas se le enganchó en una antena y se quedó colgando por fuera a una altura de un décimo piso. Tirando del paracaídas lo subieron a la terraza, recogió el paracaídas y llegó al suelo en ascensor hecho insólito en la historia del paracaidismo.  Finalmente, los tres suboficiales y el Cabo 1º Estepa entraron al Estadio y fueron saludados por el Príncipe Juan Carlos.

Este salto supuso: Primera vez, documentada, que en España se saltaba sobre una ciudad como Madrid con la intención de caer en un campo de futbol con un paracaídas de los mejores de aquella época, los” paracomander” pero que no eran los de ahora.

Un paracaidista que sale de un helicóptero y llega al suelo en ascensor.

La primera vez que se salta con una bandera para inaugurar unos juegos deportivos militares.

Un ¡¡¡¡HURRA!!!!.   POR NUESTROS PIONEROS.

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